El Gobierno colombiano afronta la eliminación de la planta de coca con fumigaciones masivas de defoliante, un veneno que afecta muy negativamente a la naturaleza. Daniel Samper Pizano aduce que esa política es orden directa de Washington: “El gobierno colombiano solo actúa como dócil intestino por donde ruedan sin objeción las decisiones hasta que, cumplido su tránsito, son evacuadas en forma de veneno. Por eso resulta patético, pero pertinente, que la reciente carta en que 14 ONG latinoamericanas protestan por el plan de atacar con defoliante los cultivos ilícitos en parques nacionales esté dirigida al Congreso de Estados Unidos y no al de Colombia, ni a su Presidente. Al amo, no al mayordomo.
Las fumigaciones fracasaron. Apunta el congresista gringo James McGovern: «La cocaína sigue tan barata y fácil de conseguir como en el 2000». Igual piensan las ONG y las organizaciones indígenas, y por eso proponen la erradicación manual. Pero el ministro de la política —que es el vocero ecológico de nuestro arrevesado gobierno— alega que hay que fumigar mucho más, no mucho menos.” La digestión de Bush termina en Colombia.