Las valoraciones sobre la Cumbre Mundial que finalizó ayer cubren un amplio repertorio que van desde el fracaso absoluto a un discreto avance o un mensaje eufórico por el acuerdo de mínimos aprobado.
Lo que desde mi punto de vista ha sido bastante evidente es la falta de voluntad política para luchar contra la pobreza, fomentar la paz y garantizar los derechos humanos. Fueron notorias: la falta de resultados concretos en la lucha contra la pobreza, la imposibilidad de una autocrítica seria que sentara las bases de la reforma estructural que la ONU, el aplazamiento de decisiones en temas importantes como la Comisión de Derechos Humanos, el Consejo de Seguridad, la política de desarme y la no proliferación, que esconden demasiados intereses financieros de un buen número de gobiernos y países. En lo que sí ha habido acuerdo es en la necesidad de actuar para evitar futuras Ruandas, interviniendo ante genocidios y crímenes de guerra o de lesa humanidad en países terceros, incluyendo el uso de la fuerza internacional sólo en caso de que la vía diplomática se haya agotado, en la necesidad de incorporar la Plataforma de Acción de Pekín en la agenda política y en darle contenido a la propuesta de Alianza mundial de Civilizaciones; y flotando en el ambiente de clausura quedó el cuestionamiento del procedimiento de votación seguido. Documento final de la Cumbre Mundial.
Qurratul-ain-Tahmina, expresa que una amplia red de grupos de mujeres se mostró gratamente sorprendida con el borrador de declaración final de la Cumbre Mundial, ya que incorpora de forma explícita avances relacionado con la equidad de género y el empoderamiento femenino y representa un compromiso de alto nivel al estar firmado por las presidencias de los Estados y no por sus delegaciones gubernamentales. Una Cumbre con sabor a Género. Diana Cariboni, recupera el planteamiento de Amartya Sen al identificar la pobreza como “la privación de capacidades básicas” más que “como escasez de ingresos” en la pobreza no es una estadística. “Aunque la pobreza es consecuencia de la “distribución radicalmente desigual del ingreso”, también obedece al acceso desigual a los activos, oportunidades laborales y servicios sociales, a la participación ciudadana, al poder político y a la información”. Gabriel Ezkurdia, atribuye al fiasco de esta Cumbre el valor probatorio final:”Mucha parrafada, poco consenso, mucha galería, poco acuerdo. La ONU es víctima de su propio ser, una concepción operativa anticuada y de una realidad orgánica obsoleta”. ONU, reforma imposible.