Está muy bien que la RAE se preocupe por el idioma y lo resguarde, y está aún mejor que proporcione a los ciudadanos que mantenemos con nuestro dinero la institución herramientas para el uso de la lengua, como el diccionario. Lo que es insultante es que esas herramientas no sean de uso y distribución gratuita, que no sean liberadas para el bien público. Lejos de eso, la RAE, por un lado, se dedica a hacer negocio con los contribuyentes (¿20 euros el Diccionario del Estudiante?), y por otro oscuros tejemanejes otorgando a dedo la edición al grupo PRISA. Antonio Saz, Se consumó: “Lo que ya es de regodeo es el aspecto productivo de la obra… Seis años, nueve personas, partiendo de las bases lexicográficas de la RAE, de la revisión de Manuel Seco y del apoyo de las academias de otros países para 40.000 lemas. Me caigo de espaldas. En ese tiempo y con seis personas se hizo el Gran Diccionario Xerais de la Lengua Gallega, de 100.000 entradas y partiendo desde cero.”