Quien haya puesto grandes expectativas en esta Cumbre Mundial, 60 aniversario de la ONU, probablemente se encuentre anonadada, ante el intento de algunos gobiernos de justificar el acuerdo de mínimos como mejor que nada. Está claro, no se consuela quien no quiere.

Después de tragar el discurso de Bush hablando de su decisión de ayudar a los países pobres, o de que «la guerra contra el terrorismo no se ganará sólo con las armas. También hay que ganar la batalla de las ideas» e incluso que «está preparado para eliminar todos los aranceles comerciales, subsidios y otras barreras al libre flujo de bienes y servicios, si otras naciones hacen lo mismo»; tanto cinismo ha bloqueado mi organismo y ahora me cuesta digerir:

– Que la reforma del Consejo de Seguridad haya quedado aplazada
– Que no haya sido posible un acuerdo en torno al Terrorismo ni siquiera en su definición.
– Que se haya creado el Consejo de Derechos Humanos, de menor rango institucional que la eliminada Comisión de Derechos Humanos.
– Que el compromiso con los Objetivos del Milenio haya quedado diluido
– Que la equidad de género como estrategia de desarrollo haya estado ausente una vez más de la agenda política.

El balance queda resumido en un simple título, Viejas metas para una nueva ONU de Miguel Molina.