En El estado del medioestar Joaquín Arriola sostiene que en España nunca hemos llegado a gozar del nivel de vida de otros países europeos y que ese término de —creo recordar— creación felipista es una falacia que a la clase política no le interesa abordar: “Una de las características de la unión monetaria es que los precios se aproximan a gran velocidad entre las distintas regiones participantes. Ello explica en parte el diferencial de inflación entre España y la media de Eurolandia. Pero hay un precio que sigue sometido a las condiciones de los mercados fragmentados por las legislaciones nacionales. Es el precio de la fuerza de trabajo, que lejos de converger, se mantiene vinculado a las condiciones laborales específicas cada país. En España la mayor parte de los salarios son salarios de subsistencia, es decir, que una vez deducidos los gastos de supervivencia física y social (alojamiento, comida, transporte y comunicaciones, energía, vestido, etc.) a los asalariados no les queda ni un euro. Y en muchos casos, cubren con precariedad algunas de esas necesidades básicas. Es por ello que no se puede incrementar la presión fiscal sobre los asalariados, sin poner en riesgo las condiciones actuales de vida de una parte sustancial de la población española.”