Ahora que, gracias a los fondos estructurales europeos, nos creemos miembros del primer mundo con derecho a rezongar si nuestras explotaciones en el exterior no van del todo bien y el exterior hambriento se viene aquí a hacer lo mismo que nosotros hacíamos hace sólo un par de generacines, surgen voces que nos lo recuerdan, y deberían surgir más. En este caso, se trata de Miguel Ángel Aguilar: “Si comíamos de esa fruta prohibida tal vez no seríamos como dioses según susurraba la serpiente, pero al menos seríamos como los norteamericanos o los franceses, verdaderos hachas en el arte de corromper a los demás en beneficio propio.”
De qué América hablamos.