Lorenzo Gomis escribe sobre cómo ahora considerarse cómplice de algo es hasta chic, cuando hace apenas unos años era índice de delito:
La nueva complicidad: “Ya no es peligroso ser acusado socialmente de cómplice. El político alude con calor y orgullo a la complicidad del electorado. El autor atribuye su éxito a la complicidad del lector”. ¿Una muestra más del amiguismo imperante?