Me aburre la práctica de acudir al bipolarismo para explicar algo, esa tendencia excluyente de confrontar características [buenas-malas], estereotipando los comportamientos, que obvia la multitud de posibilidades que existen entre cualesquiera que sean los extremos fijados.
Javier Paniagua resume en dos las formas de ejercer la política y el perfil de quienes, desde cualquiera que sea el partido político, se dedican a estos menesteres; para ello, establece dos perfiles bien diferenciados y alejados en su campo de acción, por una parte quienes se caracterizan por un evidente
divismo camaleónico y superficialidad: “saben que su fuerza es la popularidad para convertirse en referentes sociales. No tienen criterios a priori establecidos sobre las cosas, y procurarán conectar con lo que piensa la mayoría de los otros dirigentes del partido” y por otra parte quienes se caracterizan por una gran dosis de
meticulosidad y sentido de eficacia de la gestión pública: “no les importa tanto su impacto mediático como la calidad de sus argumentos y la solución de los problemas, aunque no siempre acierten en la misma”.
Para una tipología del político