Juan José Sánchez argumenta que Arafat es un lastre para su propia causa y que las repetidas exigencias israelíes de que sea sustituido, una táctica genial para mantenerle en el poder. Porque mientras Arafat siga en el poder, los israelíes no tienen que negociar con él. Considerado un impresentable y un corrupto, su presencia como máximo jefe palestino los libera de la obligación de negociar. Esta es la conclusión de Sánchez: “Si algún palestino lee este artículo, mi consejo es simple: destituir de inmediato a Arafat y a todos sus compinches, convocar elecciones, y renunciar por completo a cualquier clase de atentados, suicidas o no, contra la población civil. Claro que fácil es aconsejar, pero más difícil lo tiene el que ha de ejecutar el consejo. Arafat se negaría a dimitir, ¡y a ver quién le convence para que ceda! Es muy posible que los israelíes impidiesen por la fuerza nuevas elecciones, y convencer a los grupos radicales de que se olvidasen de su adicción a las matanzas sólo podría lograrse por la fuerza. Sin embargo, estas medidas son necesarias, por muy difícil que sea ejecutarlas. En caso contrario, y descartando por fantasiosa una intervención exterior, la crisis palestina tiene dos futuros posibles: una crisis interminable, hasta la explosión total de toda la región, o una victoria final israelí, con la erradicación completa de la población palestina.” La crisis interna palestina.