David Iwasaki: “La complejidad de las relaciones que se establecen entre los centros de actividad industrial y las fábricas repartidas por los países más competitivos en coste dificulta la búsqueda de soluciones a la aparentemente inevitable deslocalización. La huída de empresas escapa a las posibilidades de una política industrial que ha ido a menos en los últimos años. La aparición de nuevos competidores coloca en difícil situación a los territorios que una parte de la industria
textil, componentes electrónicos o automóviles considera imprescindible abandonar para alcanzar sus objetivos. Territorios que quedan en tierra de nadie entre las zonas más avanzadas tecnológicamente
desde donde se dirige y se diseña la producción y las que ponen la mano de obra -a bajo coste y, en ocasiones, con notable cualificación. La deslocalización deja como rastro incontables empleos perdidos en unos mercados laborales ya de por sí damnificados por reconversiones y ceses de actividad en anteriores crisis industriales. Los intentos por amortiguar el golpe no siempre dan resultados. Aunque hay margen de maniobra político, una mayoría de traslados son efectivamente muy difíciles de evitar sin entrar en una imposible competencia de salarios bajos.”
Deslocalización y empleo.
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La única respuesta más o menos viable es que nos convirtamos en un país dedicado a las industrias del conocimiento, tanto en su producción como en su gestión. Para ello hace falta invertir en investigación, desarrollo e innovación tanto en el sector público pero sobre todo en el privado. Y tanto en las ciencias como en las humanidades. Una de las cosas que me fascinan de lo que está ocurriendo en el mundo de la investigación es precisamente el cruce que se está dando entre ciencias y humanidades. Científicos que trabajan con teorías de la complejidad escuchan a filósofos y teólogos en busca de ideas y respuestas a algunas de sus preguntas. La reciente demostración de que el Códice Voynich era un fraude del siglo XVI ha servido para experimentar con un nuevo sistema para mejorar el método científico, un sistema que prácticamente viene de las humanidades.
Tenemos los recursos humanos, ahora nos falta el capital y la voluntad, dos formas de decir lo mismo. Sin esa voluntad de cambio estamos destinados a convertirnos en un país de camareros. Precisamente ahora que el sector turístico apunta a su crisis y sí, también a su deslocalización.