La enseñanza de la literatura se ha convertido en una sombra de lo que era, aunque nunca fue gran cosa. Parece actualmente una asignatura que molesta y a la que se le conceden unas horillas de docencia por eso de mantener algo de la tradición.
José María Pozuelo Yvancos, aunque desde una perspectiva demasiado antinacionalista para el tema que se trata, se hace la pregunta necesaria:
¿Qué literatura enseñamos?: “La enseñanza de internet y el empeño de nuestras autoridades en que nuestros estudiantes, que son además ciudadanos de una Europa unida, sean diestros en su uso, está coincidiendo con un predominio localista y un uso mezquinamente político-ideológico de la Historia y de la Literatura como predios reductores en beneficio de una imagen de identidad que se quiere hacer coincidir con la administrativa-autonómica. La literatura está colaborando en ese miope «estudio del entorno» que simplemente quiere poner orejeras a lo que las Humanidades son por su propia naturaleza: estudio de una historia común (fuerza centrípeta) más allá de la lengua, pero también estudio de las diferencias en las que todos nos hemos reconocido sin embargo ciudadanos del mundo (fuerza centrífuga).”