Uno de los campos más fecundos y emocionantes de la ciencia actual es el dedicado a los estudios del cerebro. Hay quien dice que ahí es donde está la verdadera vanguardia. Rupert Sheldrake: ”¿Cómo funciona la sensación de ser observado? Da la impresión de que depende de la propia naturaleza de la visión. La teoría convencional de la visión es que los rayos de luz que se reflejan en los objetos contemplados penetran en el ojo y forman unas imágenes invertidas en la retina. A continuación, hay cambios eléctricos en los conos y bastoncillos, los impulsos viajan por el nervio óptico y se producen unos patrones de actividad eléctrica y química en el cerebro.
Sin embargo, entonces ocurre algo inexplicable: nos formamos una imagen consciente de lo que vemos, por ejemplo, un árbol. Nada en la ciencia predice la existencia de la conciencia. Éste es el primer misterio. A continuación se produce un segundo misterio. No experimentamos que la imagen del árbol esté dentro de nuestra mente, sino donde está de verdad el árbol. La teoría que propongo es tan sencilla que resulta difícil de captar. Nuestra imagen del árbol está situada exactamente donde parece. No está dentro de nuestra cabeza. Está fuera, como las imágenes de todo lo que vemos a nuestro alrededor. Las imágenes están en nuestra mente, pero no están en nuestro cerebro.” La sensación de ser observado.
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Por cierto, y aquí me voy a meter en uno de mis típicos berenjenales, cada vez hacen falta más periodistas científicos en la prensa de papel. En la internet tenemos varias revistas de alta calidad y acceso a las revistas extranjeras. Pero la internet no llega a toda la población, y muchos tenemos la sensación de que no llega a esos tecnófobos que son los políticos. Quizá haga falta un suplemento de ciencias, como los hay de cultura, de informática, de viajes, etc. Este tipo de cuestiones tienen que llegar a todo el mundo.
Otra cosilla relacionada. A cada rato saltan a la palestra anti-elitistas demagogos que dicen que el arte de vanguardia es incomprensible para el grueso de la población. Pero, ¿qué pasa con la ciencia? Pues que también es incomprensible. Hace falta un gran programa social, en el que participen los agentes culturales y científicos, para hacer llegar no sólo la información sino también la comprensión al mayor número posible de personas.