Hace un par de noches un amigo me comentó que “Una película hablada”, de Manoel de Oliveira, es la peor película que ha visto en su vida. Eso me dio ganas de verla, yo que rara vez voy al cine. Y no por morbo de ver una película mala, que hay gente que lo hace, sino porque nunca me creo las opiniones rotundas; la rotundidad se me aparece como una forma de esconder cosas que no queremos admitir. Hoy encuentro una reseña de la película por
Pere Gimferrer, a quien le ha encantado: “he visto Una película hablada tres veces, en tres días consecutivos (la primera vez, en la sesión inicial de estreno, coincidí con Juan Marsé) y a cada visión he descubierto nuevas cosas que me habían pasado por alto en las visiones anteriores, ya fuera en la imagen fotográfica, ya en el movimiento de los actores en el interior del plano, ya en el tratamiento de la banda sonora.”
Oliveira o la diafanidad.