El poder es similar en todas sus formas. Claro es que hay formas más agradables que otras al que las padece. Los gibiernos de las democracias occidentales han tenido que amoldarse a no tener todo el poder, pero se han afanado en tintar lo más posible las palabras esenciales. Somos libres, por ejemplo, pero sólo un poco. Hay libertad de expresión, pero a medias.
Martín Ferrand es un buen articulista, pero mejor creador de títulos para sus textos:
La merienda del monstruo: “Hay algo más nefasto y esterilizador que la censura: el dirigismo cultural. La primera provoca la rebeldía del censurado, que suele resultar fecunda y creadora; pero el segundo, que premia a los malos y castiga a los buenos, siembra de sal los territorios de la creación y, en el mejor de los casos, genera monstruos. Históricamente la censura es hija de la derecha política, que, pobrecita, tiende a redimirnos a todos y alejarnos del pecado. Lo del dirigismo es inseparable de la izquierda y anida con especial confort en el árbol socialdemócrata. Con la primera, el poder ejercita el derecho de prohibir, y con el segundo, el de incentivar la actividad y el pensamiento en la dirección que más complace al que lo ostenta.”