De vez en cuando uno encuentra en un periódico una descripción de algún aspecto de la realidad que vale la pena recortar y guardarse en un bolsillo para volver a ella y comprobar mil veces que todo lo que dice es cierto. Es el caso de un artículo de José Aguilar. Cito el párrafo central entero porque vale la pena. A mí siempre me han gustado los pueblos y ciudades playeros, pero en invierno. Como soy aficionado a las formas del comercio, me encanta ver todos esos chiringuitos cerrados. Permite mirarlos con mayor detenimiento. En fin, el artículo es ¿Qué tiene de bueno el verano? y abajo encontrarán un buen fragmento.
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José Aguilar: “Continúa la temporada estival con los avatares aeroportuarios, donde o te cancelan el vuelo anhelado o te tienen medio día tirado o te pierden las maletas cuando llegas al fin a tu destino, y con los padeceres derivados de los descubrimientos sucesivos que empiezan a amargarte la vida. Descubres que la habitación del hotel no es ni de lejos la que te vendieron en el folleto, el apartamento en primera línea de playa es un tugurio por el que parece que acaba de pasar una manada de búfalos, en el chiringuito predominan los camareros hostiles y desatentos, de vocación seguramente equivocada, logras a duras penas una parcelita de arena para colocar tu sombrilla y descansar a orillas del mar hasta que los vecinos se ponen a jugar al fútbol o sacan al perro, el dueño del supermercado muestra a las claras el inequívoco deseo de enriquecerse a toda prisa a costa del turista, en la terraza tienes que guardar cola para que te sirvan un helado o enviar al abuelo dos horas antes del anochecer para que coja mesa, los adolescentes se distraen haciendo caballitos con las motos que sus papás les han comprado por no haber aprobado el curso, los menos adolescentes conducen sus coches-discoteca informando al universo de sus selectos gustos musicales, te abandonas al sueño reparador y los voluntariamente insomnes que no reparan en nada te dan la noche, y así todo, en un carrusel de incomodidades, molestias, ruidos y desórdenes vitales que le hacen a uno añorar el aburrimiento y la rutina.”