Juan José Millás tiene la virtud de encontrar la sorpresa, no a la vuelta de la esquina, sino de camino a la esquina, que es lo sorprendente. Esta vez la cosa va de paraguas, de cómo se pierden y jamás se encuentran. “Los jóvenes y adolescentes llevan razón en negarse a salir de casa con paraguas. No sólo es humillante, es siniestro. El inventor de ese curioso trasto, lleno de varillas que parecen cartílagos, tuvo que ser un sujeto patibulario. Y aunque la coartada del invento es que si te lo pones no te mojas, el fin verdadero debió ser otro que no nos podemos ni imaginar. No puedo demostrarlo, pero me persigue un paraguas negro desde hace un par de días. Cuando vuelvo la cabeza, por rápido que lo haga, desaparece.”
Humillante y siniestro.