El miedo es una cosa extraña. Recuerdo haber sentido miedo, pero no recuerdo cómo lo sentía.
Susana Viau escribe sobre miedos concretos, contando un montón de anécdotas, desde el niño que teme al abismo que se abre junto a la carretera hasta la mujer que se tira del coche para huir de sus secuestradores. También hay miedos que son como enfermedades crónicas, que están ahí siempre, unas veces con más y otras con menos fuerza. Supongo que ese es el tipo de miedo que más réditos políticos da: miedo a los extranjeros, a lo desconocido, al futuro. “En un rango más bajo existe una desazón, un cagarse-de-miedo de raíz política que en tiempos pasados dio lugar a justificatorias teorías de la violencia y en épocas actuales inspira el pragmatismo del “Y si no es esto ¿qué?”; en una escala muy inferior encontramos el cagarse-de-miedo deportivo, conjurado a la que te criaste por la columna blanca y roja que elevaron los jugadores de River al entrar a la Bombonera en el partido de ida por la Copa Libertadores. Y está el pavor fílmico, que es el de Gary Cooper recorriendo en soledad las calles de un pueblo de cobardes. Cooper, o el sheriff que Cooper era en High Noon, estaba acojonado, cagadísimo-de-miedo, pero de la tentación escondida en los cotidianos dilemas de Pascal lo rescataba una pequeña dosis de vergüenza.”
Cagarse-de-miedo.
2004-07-23 09:23 me cago de miedo