En la Casa Azul, la casa-museo de Frida Kahlo, hay una puerta que nadie abrió en 50 años. La nueva directora del museo, Hilda Trujillo, la mandó abrir y tras ella encontraron un baño, y en él estaba toda la ropa de Kahlo. Un verdadero tesoro.
Elena Poniatowska: “Durante los años 30 varias mujeres del mundo del arte usaron vestidos regionales como una protesta ante los cambios de identidad que atravesaba el país. María Izquierdo, Margarita Urueta, Inés y Carolina Amor, Carmen
la esposa de Efrén del Pozo, quién era al lado de Guadalupe Marín una extraordinaria costurera, Dolores del Río, María Asúnsolo, Aurora Reyes y Rina Lazo aparecían en las fiestas vestidas de tehuanas o de jarochas, y no vacilaban, al igual que Frida, en comprarse enaguas de percal y rebozos de bolita. El rebozo era un ‘’must’’ de Cartier. Pero nadie como Frida para mostrar al mundo una indumentaria producto de su creatividad. A ella la visitaban en la Casa Azul los vendedores de cuentas, los aboneros y su propia costurera cortaba faldas de holanes. Frida mandaba traer de Puebla, de Veracruz y de Oaxaca el arte y el color que sale de la imaginación de los maravillosos artesanos mexicanos. Compraba manta, percal y hasta cretona en La Merced, y sus faldas de a tres por cinco se volvían atuendos reales.”
Un nuevo tesoro para el arte.