La escritura ambigua es peligrosa y puede ser valiente. Peligrosa para el autor y para el pensamiento; valiente si busca la provocación o la perspectiva.
Alber Vázquez la utiliza habitualmente, navegando entre la ironía alienante, el relativismo postmodernista y el sarcasmo larriano. Por ejemplo, adivinen si en
Lecciones de tortura civilizada está defendiendo la tortura, atacándola o todo lo contrario. Y no es gallego. Obviamente, estoy elogiándolo.