La casi ridícula participación en las elecciones europeas es más que preocupante. La primera lectura es sencilla: el ciudadano no siente que la Unión afecte a su día a día, no cree en un proyecto que o no ha entendido todavía o ha entendido perfectamente. Y los que han votado lo han hecho garabateando en sus papeletas mensajes en calve nacional, castigos o premios a las políticas de fronteras para adentro, nada que ver con quién se peleará en Bruselas. En el ámbito nacional, se confirma la incapacidad de los partidos alternativos para salir a la luz: socialistas y populares van camino de convertirse en los únicos partidos con poder efectivo en los distintos parlamentos. Triste, muy triste.
Fernando González Urbaneja,
Ganaron todos… pero no tanto.