Raúl Pérez Cobo,
Valor, esclavos de las letras: “El poder de la tinta, patria de toda bandera política, influencia barroca, antes medieval, propaganda de Garcilaso de la Vega, sirviente del tiempo de Manrique, otorga al hombre moderno, al escritor moderno, el vasallaje de su lengua, la esclavitud de su dependencia. El poder nombra al alfabeto arma de la Corona, defensa y guarda mayor de los intereses del reino, adelantado de la corte, aunque a veces la criatura muerda la mano que le pone acento. El “No he de callar…” de Francisco de Quevedo pinta bastos para el Ministerio del poderoso. La lengua, escarnio, a voces justo, circula de boca en boca, por el Madrid más lírico y trágico, como un florete que hiere como bala de artillero.
Detrás de un chiste se esconde todo un ejército. Los dedos cuentan las sílabas para los endecasílabos, para que estos asalten con una precisión exacta el cerebro del enemigo y pulvericen su causa. La palabra deja en ridículo de muerte a quien le opone una lucha estéril.”