Los Medios de Comunicación en Estados Unidos actuaron con Bush como a Aznar le hubiese gustado que actuasen con él: con patriotismo. Pero ese patriotismo no es el larriano, sino el de quién sólo ama la patria en relación con cómo la quieran en el exterior. Por eso se cerraron filas y se evitó criticar los a todas luces errores de bulto de su presidente: para no manchar la imagen del país de cara a los otros países. Paul Krugman habla sobre ese apoyo incondicional que ahora se vuelve en su contra: “Así que ¿por qué la prensa acreditó a Bush con virtudes que los mismos periodistas sabían que no poseía? Una respuesta es el patriotismo mal entendido. Después del 11-S, un sector amplio de la prensa pareció alcanzar una decisión colectiva de que era necesario, en el interés de la unidad nacional, suprimir las críticas hacia el comandante en jefe.
Otra respuesta es la tiranía de los imparciales. Los periodistas moderados o de izquierdas, tanto reporteros como comentaristas, se plegaron a menudo a decir cosas buenas sobre los conservadores. No hace mucho, bastantes comentaristas que ahora son cáusticos críticos con Bush trataban desesperadamente de desmarcarse de los que “le odiaban irracionalmente”, que ni odiaban ni eran irracionales —y cuyas críticas parecían bastante suaves a la luz de las recientes revelaciones—.” Decir la verdad.