Yo tengo suerte: no recibo casi nunca
forwards masivos con chistes, imágenes o panfletos; y los que me llegan suelen ser inteligentes. Esto se debe, creo yo, a que mi correo personal lo conoce poca gente y gente que suele tener un alto nivel de conocimiento como usuario de la red. Es gente que sabe que el envío masivo de esas gracias y chascarrillos sobrecarga el tráfico de la internet inútilmente y, además, facilita la dirección de correo a gente y más gente que va añadiéndote a su lista sin permiso ni sentido. Esta situación es la que refleja
not a pretty girl en
A mí me daría vergüenza: “Pero ahí no se acaba todo. Porque lo que sucede a continuación es que uno de los destinatarios de esa segunda lista de correo, al que todavía conoces menos que a los dos anteriores, también decide añadir tu dirección e-mail a su lista de distribución propia. Y al final acabas recibiendo —y sin CCO, qué peligro— un archivo de medio mega sobre algo que ni te va ni te viene, y escribes un post como éste porque hasta aquí hemos llegado.”