Cada vez veo más letreros en los portales que prohiben la entrada a la propaganda. Entiendo que el reparto de esos papeles da empleo a gente que no encuentra otro, pero la cantidad de papelotes que nos llegan empieza a ser molesta.
Iñaki Ezkerra: “No sé qué sentido de la vida tienen esas lechugas de hojas impresas, coloreadas y numeradas con las cifras de fantásticos descuentos que arrancamos de la huerta vertical y mural de cada portal para hacernos con ellas una improvisada ensalada en el cubo de la basura. No sé, francamente, qué sentido tiene andar luego a todas horas recolectando y reciclando papel, proclamar líricamente su escasez, subir sin piedad su precio, llegar a experimentar remordimientos ecológicos por utilizar folios blancos y cuartillas vírgenes para escribir un poema o dibujarle un mapa a un niño; luchar de forma militante en las filas ideológicas de los robles y de los pinos; renunciar, en fin, al papel verjurado, al papel pintado y hasta al papel higiénico para que después a nuestros buzones les salgan los papeles por las orejas, para que sigan talando tantos árboles como antes pero en nombre de un vulgar mensaje comercial dirigido a un millón de destinatarios distintos y a ninguno verdadero.”
Perdiendo los papeles.