Sin desperdicio.
Felix de Azúa,
Algunos titulares[*pdf]: “Yo diría que sólo en España e Italia los profesionales de la política compiten con futbolistas, hermosísimas modelos y rufianes de programa rosa para conseguir audiencia. Los políticos españoles hacen contorsiones con tal de aparecer constantemente en papeles, pantallas y altavoces como estrellas del espectáculo. Aburridísimo, pero espectáculo. En Inglaterra, lugar donde un político se la juega de verdad porque responde de sus actos ante los electors (y no ante el padrino), apenas se les ve el pelo, nunca aparecen en la tele, no hablan por la radio. No es que no quieran, es que nadie les hace el menor caso. Durante un mes he estudiado científicamente los informativos británicos y sólo podría reconocer a un par de políticos. Uno de ellos es Blair. No obstante, incluso Blair cuando aparece en los medios es porque tiene algo nuevo que decir.”
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Y más:
”¿Cuál es la razón de una diferencia tan abismal entre los políticos británicos y los españoles? Cierto que en la información inglesa tampoco hay una presencia machacante de deportes, pero eso es debido a una menor densidad de barbarie social. Lo de los políticos, en cambio, no depende del grado de educación, cultura o curiosidad intelectual de la población. Tampoco podemos atribuirlo a una mayor incompetencia de los periodistas españoles. Ciertamente, llenar diarios, televisiones o radios con políticos deponiendo trivialidades sale gratis y no da trabajo, pero si no interesaran a la gente, cerrarían los diarios y quebrarían las emisoras. No; ha de haber una razón más profunda.Mi hipótesis es que los ingleses no necesitan a sus políticos para saber lo que deben hacer con sus vidas, cómo han de pensar o cuáles son sus intereses personales. Los politícos ingleses están para resolver problemas prácticos, inmediatos, de fontanería. En España, bien al contrario, los políticos intervienen en la vida privada de los ciudadanos como antaño hacían los curas, de quienes han heredado el poder, la función, el talante y los modos. En las comunidades controladas por grupos nacionalistas, la intromisión llega a extremos que serían considerados totalitarios en la vieja Europa. Sin embargo, en España no sólo parece normal que nuestros empleados nos dicten lo que debemos hacer, sino que además se lo pedimos por favor. Aquí, como en Italia, la conducta personal siempre la ha ordenado la Iglesia. Y así sigue siendo. No tenemos ni idea de lo que pueda ser la responsabilidad o la capacidad de decisión individual porque durante cinco siglos semejante conducta ha estado prohibida en España. Llevamos el gregarismo en los genes.”