Los casos —múltiples, en constante crecimiento, con implicaciones en los mandos hasta no sé qué rango— de tortura en Irak por las fuerzas de la coalición vienen a derrumbar ya definitivamente el débil hilo con que se mantenía la legitimidad de la invasión. Uno a uno se fueron desmontando los argumentos con que se intentaba justificar esta guerra y al final se sostenía la demagógico excusa de los derechos humanos: se les acabó. Obviamente seguirán sosteniendo que no, que no pasa nada; ya estamos acostumbrados.
Juan Gelman habla del limbo legal, la decadencia, la oscura trama de ejércitos privados, de empresas de seguridad que están haciendo su agosto en Irak y que, ahora lo sabemos, son la pesadilla del pueblo al que se fue a salvar.
Bueyes.