Soy un gran amigo del silencio. No me gusta poner música cuando estoy trabajando. Si voy en tren no me olvido de los tapones para los oídos, siempre hay música obligatoria. En mi bar favorito no ponen música.
Josep Maria Espinàs se queja de las músicas que interrumpen o no permiten la conversación; yo diría que sirven para dividir, más que para unir. El ejmplo que pone es de la feria del turismo de Barcelona: “En algunos sectores no sé cómo podían entenderse. Quizá es que estoy acostumbrado a la Feria del Libro de Fráncfort, en la que no hay música de fondo, en la que el silencio ambiental permite que editores y agentes literarios conversen cómodamente, informen, negocien. Aquí, en cambio, hay países que se traen músicos o bailarines para exhibir su folclore musical. En la Feria de Barcelona he pasado por algunos sectores donde era muy difícil hablar con alguien. La moda de la música brasileña o llamada latina es muy sugestiva, pero a todo volumen y al oído de quien busca un programa para ir a Noruega, no es muy serio. Y bastante molesto para los que tienen que trabajar cerca de los artistas.
Nos faltan diseñadores de silencio.”
Cuando es mejor el silencio.
2004-05-01 14:42 Totalmente de acuerdo. Espero que pronto llege el dia en que el ruido excesivo sea considerado delito. Yo, al menos, lo percibo como una agresion en toda regla a mi persona. Y lo que es peor, me entran ganas de responder con otra agresion…