Sandra Russo escribe sobre un algo que está pasando en Argentina (y no sé si en otros sitios porque carezco de los contactos), y es la moda de usar imitaciones de la ropa de marca, y no sólo imitaciones, sino copias malas, que se note que son copias. Máxima ironía del branding. “Las mucamas que trabajan en las casas de esos chicos, en cambio, sueñan con ropa de marca verdadera. Mariela gana seiscientos pesos por mes, y muestra a sus amigas, deleitada, su remera Kosiuko que le costó cinco días de trabajo y con la que piensa ir a bailar el sábado. La adolescente de esa casa, por su parte, irá a bailar con el mismo modelo, pero sin marca, que consiguió en el Once a doce pesos.”
La copia y el original.