Es obvio que es necesario mantener relaciones lo más fraternales posibles con Marruecos; pero no puedo evitar recelar de tantas buenas intenciones aparentes entre el nuevo ejecutivo y el país vecino. Marruecos no se ha distinguido hasta ahora por la franqueza ni el respeto en sus relaciones nacionales ni internacionales. Veremos qué pasa, pero puede que el Sahara sea el primer damnificado de los abrazos.
Ignacio Camacho analiza las relaciones entre España y Marruecos de los últimos años: “Ante esta estrategia recurrente, España ha venido desarrollando dos clases de respuesta: flexibilidad o firmeza. El felipismo optó por la primera
lo que sirvió a González para erigirse en factótum de influencia lobbística una vez fuera del poder y el aznarismo por la segunda. Zapatero ha vuelto a cambiar el paso para diferenciarse de su antecesor, con resultados aún por ver, pero la historia es muy terca: con una actitud y con otra, los vecinos han sido siempre los que han marcado las pautas y los tiempos a su medida.”
Marruecos y el manto de Penélope.