Alber Vázquez es uno de los más precisos comentadores de la realidad. En
El hispano-musulman y yo ironiza sobre el modo en que los medios de comunicación identifican a los protagonistas de las noticias: ”¿Qué soy yo? Veamos, siguiendo el razonamiento planteado, que parcela la población española según su religión, tengo que ser ateo. Un hispano-ateo. Claro que, en su día, fui bautizado, y como la iglesia a la que pertenezco no admite la apostasía, sigo siendo, hasta que me muera o me echen, parte de ella. Un, por ser precisos, hispano-ateo-católico. Pero hete aquí que en el hispanismo no me siento totalmente reconocido. Pertenezco a una cultura, la vasca, que tiene rasgos, por ejemplo el idioma, nada indoeuropeos. Al menos, lo suficientemente ajenos como para que la mención merezca la pena ser establecida: soy un hispano-vasco-ateo-católico.” Juguemos: yo seré entonces hispano-gallego-ateo, sin mácula pues no estoy bautizado. Pero como por mi cuerpo corre en su cincuenta por ciento sangre alemana, entonces soy hispano-alemán-gallego-ateo-ateo.