En el teatro, y cualquier espectáculo en vivo, el verdadero evento no está ni en el escenario ni en la platea, sino en algún punto intermedio, está en algún punto intermedio: en la relación entre la platea y el escenario. Pasa lo mismo en el fútbol, lo importante ocurre entre el campo y la grada, en la relación entre los jugadores, los árbitros y el público. En el Reino Unido lo saben perfectamente, por eso los aficionados siguen cantando cuando su equipo pierde 0-4. Josep Maria Espinàs probablemente ve el fútbol desde casa, por la tele. Así, se fija principalmente en los jugadores y sus celebraciones tras el gol o gestos de enfado en la derrota. “Yo no veo que los empleados de una oficina se lancen al suelo y formen un amasijo de cuerpos cuando les dicen que el lunes harán puente, ni al jefe de ventas abrazándose al ordenador cada vez que recibe un pedido. Si los futbolistas siguen por este camino, un día veremos que tras marcar un gol corren al centro del campo para bailar una sardana. O levantar un pilar de seis, mientras los otros hacen piña. Por eso, para los amantes del espectáculo, es lamentable que un partido termine cero a cero.” El rico folclore del fútbol.