Ahora que tanto se estila el prescindir de causas y razones se necesitan relatos como el de
Cayetano Lupeña, sencillo y complejo, visión cercana e interrogante de una tragedia individual, de la violencia que vuela en todas direcciones, de las razones del insecto.
Aniceto asesino de poetas: “Las tierras eran alquiladas, la casa tambien. Un día estalló la bomba construida durante meses en obscuras agencias inmobiliarias y concejalías de urbanismo: ¡Recalificación Recalificación! . Pero Aniceto, hombre muy religioso, lo entendió de otra forma: ¡Crucifixión Crucifixión!. Lo visitaron los dueños y los abogados intentando arreglar las cosas con buenas palabras, él los amenazaba con palabras obscenas, el azadón o la guadaña. Hasta que un día aparecieron excavadoras, guardias, secretario de juzgado y algunos curiosos. Fin de la historia más o menos verdadera.”