La religión lleva camino de convertirse en el mayor generador de conflictos, matanzas y demencia del siglo XXI. Ya lo ha sido a lo largo de la historia, pero uno pensaba que la evolución normal del pensamiento iría disociando religión y sociedad y apaciguando los ardores dogmáticos y misioneros de la primera. No es así. Inundados como estamos de manifestaciones religiosas de otras culturas que se nos muestran como extremistas y radicales, no está mal aprovechar las procesiones de Semana Santa para intentar comprender lo cerca que están unas religiones de otras y cómo el factor
fundamentalista es muy similar en unas religiones y en otras, para bien o para mal. Quién haya visto una procesión en Sevilla o en Castilla sabe de lo que hablo.
Josep Emili Arias habla de la necesaria separación de ciencia y fe: “Desde el ámbito de la docencia (instituciones religiosas de enseñanza) nunca las religiones deben extralimitarse de su función ética y pastoral ya que si todas las preguntas son respondidas con la voluntad divina o la palabra de Dios, la investigación y divulgación científica resultan, simplemente, imposibles. El primer enemigo del conocimiento es el dogma.”
La ciencia, la fe y los planetarios.