Sobre la profesionalidad en la poesía o cómo el oficio no crea buenos poetas: ” el escritor profesional que reduce su saber al dominio de una técnica o el fotógrafo sólo preocupado por el aprendizaje tecnológico no pisarán jamás el territorio poético. Pero, ¿cuál es la cámara del poeta? Porque no hay un complejo saber que deba adquirirse para el uso adecuado del lápiz o de la goma, que obligue durante la manifestación del poema a mantenerse atento a cuestiones de índole mecánica que exigen una concentración racional mayor.
cabe pensar entonces que el poeta es su propio instrumento, que su desarrollo ontológico potencia sus posibilidades poéticas, posibilidades éstas más de percepción y transmisión que de construcción; de ahí, tal vez, su célebre insolvencia para ciertos menesteres prácticos y su torpe o directamente nulo desenvolvimiento social en los que debería distribuir equitativa y económicamente su sensibilidad. Porque la poesía exige de él un estado de alerta o, si se quiere, una disposición permanente de su ser para que ésta ocurra.”
Marcos Gustavo Vieytes,
Algunas imprecisiones sobre el profesionalismo poético.