Las corridas de toros son espectáculo grotesco y degradante, no ya para el animal, sino para el hombre que retrocede a los tiempos de los gladiadores y representa a la peor parte del ser humano, la que le separa de la naturaleza para permitirle disfrutar mientras un animal inferior es torturado. Se argumentará sobre la vida de rey que lleva el toro hasta el día de su muerte; se dirá que disfruta en el ruedo; se dirá que es una lucha de igual a igual; todo ello más que discutible. Pero en cualquier caso no es eso lo importante: lo denigrante es que un humano pague para ver como otro burla e hiere hasta la muerte a un animal que jamás ha aceptado el envite ni podrá opinar sobre él. Jaime confunde, en mi opinión, la utilización del animal para la supervivencia —con todo lo inmensamente mejorable que pueda ser un matadero y la cría de las reses para carne— con la cría de ejemplares para el solaz y disfrute con su matanza. De toros, vacas y otros animales.