Algunos se quejan de la teatralización de la política en democracia. No sé si olvidan que el poder siempre necesitó una puesta en escena; las monarquías y los dictadores lo tienen claro, la iglesia también. Pero las ideas no sólo hay que presentarlas, hay que representarlas. Kennedy fue el primero en utilizar la TV como principal medio de campaña, tenía que hacer llegar sus ideas a los electores. Pero
Luis Gregorich advierte de un peligro real para los actores políticos: la sobreactuación. Para ello, comienza citando el famoso discurso de Hamlet a los actores que van a representar el asesinato de su padre. Luego pone los ejemplos de Bush y Aznar como políticos que sobreactúan y por fin critica las sobreactuaciones de su propio presidente Kirchner, “que, en medio de muchas iniciativas elogiables y de gestos que han conseguido despertar esperanzas en la gente, opta, asimismo, por una permanente sobreactuación discursiva, por una crispación interminable que convierte a eventuales amigos en adversarios, a adversarios en enemigos, y a enemigos en más enemigos, sin otra protección que las variables cifras de las encuestas. Esa sobreactuación, por otra parte, se equivoca al pretender empezar de nuevo, al mostrar su intención de refundar el sistema político sin apelar al consenso y al diálogo. Así es como se degradan las grandes causas.”
Los consejos de Hamlet.