La gran victoria de la modernidad ha sido borrar del vocabulario todo lo referente al proletariado: clase obrera, lucha de clases. Ya sabemos que lo que no se nombra no existe, y lo que no existe no puede protestar, ni ser consciente de su estado, ni asociarse. El capitalismo de los últimos treinta años ha logrado eliminar de la lengua todo lo relativo al mundo obrero, la tercera clase, los parias. Fuera del lenguaje, fuera de la realidad.
J. C. Delmas tira de ironía para preguntarse si realmente existen, si hay trabajadores con turnos inimaginables, sueldos paupérrimos y desarraigo social. Hablamos de occidente.
La derrota del proletariado: “Sin embargo, el proletariado no se ha evaporado. Siempre hace falta gente para llevar cajas, incluso si dentro esconden el último grito en ordenadores portátiles; y las cadenas de montaje no han sido tampoco todas llevadas en volandas hasta el sudeste asiático, solo faltaría…No ha desaparecido, pero, la clase obrera, ha sido atomizada. Geograficamente dispersa en los barrios residenciales, esparcida en pequeñas estructuras de producción [...], fue después laminada moralmente. Flotando sobre la exclusión, rozando siempre la base del Salario Mínimo Interprofesional, sus valores tradicionales [...].”