Leyendo este artículo me di cuenta: soy un antiguo y un mal consumidor. Tiendo a comprar lo que necesito en función de su calidad, de su durabilidad. Escribo con la misma pluma desde hace 17 años, uso el reloj que mi abuelo compró hace 50, mi ropa es de corte clásico y buena factura, guardo todas mis corbatas con la esperanza de que vuelvan a estar de moda.
Fernando Diez: “Los objetos insignificantes son desplazados por la presión de otros productos más nuevos, pero también de un valor simbólico efímero, que pronto se vuelve, a su vez, insignificante. Productos cuya principal novedad es su apariencia se banalizan por su rápida difusión, algo que puede suceder incluso antes de que el producto sea comprado, cuando es desplazado en las tendencias de la moda, a veces por mínimas variaciones de aspecto que instantáneamente lo transforman en semánticamente obsoleto. Pierde entonces su frescura, su aura, su magnetismo. Se produce una prematura percepción de envejecimiento, que es simbólico antes que funcional. El público se impacienta por reemplazarlos en cuanto advierte que han perdido la condición de lo nuevo . Lo que no es difícil, porque de todos modos el costo de su reposición tiende a un valor de indiferencia respecto del presupuesto de sus consumidores.”
Objetos descartables.