Ibn Said,
La peste: “Llama mi mujer: le piden que se traslade a Urgencias, a reforzar el servicio. Estaba preocupada por mí; me pide que me cuide. Están pidiendo por la radio que donemos sangre, que nos acerquemos a los hospitales de la periferia (los del centro están saturados), y donemos sangre. Los compañeros preguntan unos por otros; los hay que todavía no han llegado al trabajo y algunos vienen de la zona de los atentados. No han llamado todavía; no sabemos nada. Los políticos desfilan por la radio. Tengo ganas de llorar, se me saltan las lágrimas con mucha facilidad; pero traslado la tristeza a la pantalla y procuro seguir escribiendo. Aunque también es verdad que me estoy autocensurando, que no voy a escribir todo lo que realmente pienso. Quizá mañana, no sé. Madrid no se merece esto. Nadie se merece esto.”