No sé bien si
Leonardo Moledo escribe sobre el arte de los 90 o sobre la telerrealidad. En todo caso, será una especie de barroquismo conceptual (¿recuerdan a los dramaturgos del 17, obsesionados por la teatralidad de lo real? Pues se trata de revolver eso con las instalaciones hiperrealistas del fin de siglo). “Dos feroces supervivientes de la GPU o como quiera que se llamara la policía política local, se me tiraron encima, me inmovilizaron y me arrastraron afuera, al grito de ¡quería profanar una obra de arte!. Traté de zafarme, pero fue inútil; me esposaron y me tiraron al piso mientras me pateaban la cabeza. Un empleado del museo corrió, ató un hilo a las esposas y puso un cartel: turista esposado por orinar en una instalación. Me puse a gritar, pero no sirvió para nada; cambiaron el cartel por turista que grita. ¡Quiero ver al cónsul!, vociferé, y pusieron un cartel turista que pide hablar con el cónsul. Mientras yo me retorcía, los espectadores empezaron a arremolinarse en masa: ¡Esto sí que tiene vida!, decían, ¡Esto sí que tiene fuerza, esto sí que tiene expresión, esto sí que es una verdadera obra de arte!. Los japoneses sacaban fotos.”
Hipervanguardias.