Ibn Said escribe sobre el hombre cibernético: “El hombre cibernético es un hombre que almacena cosas superfluas y ante todo duda, que anticipa leves intuiciones, y luego duda. El hombre cibernético comparte además con los otros hombres cibernéticos una única y paradójica certeza: el hombre cibernético tú, yo, nosotros- acumula más dudas que certezas. Al hombre cibernético le ha adelanto el progreso a una velocidad inapreciable cuando todavía intentaba, con elementos y herramientas clásicas, aprehender el mundo y el lugar ocupado en el mundo por su más cercano homo antecesor, el hombre técnológico. Porque ambos, el tecnológico (hijo de la mecanización y la técnica) y el cibernético, comparten espacios, como comparten nodos, redes y espacios los habitantes del segundo y del tercer entorno (por seguir aquí con la clasificación llevada a cabo por Javier Echeverría); pero, de la misma manera que en los citados entornos se producen a diario irremediables migraciones, en el hombre de nuestro tiempo se están elaborando misteriosos y definitivos cambios.”
Consideraciones superfluas.