Los muertos sólo callan si los silenciamos. Si permitimos que hablen, si dejamos que se expresen, sumaremos su memoria a la nuestra.
Los vivos y los muertos, de
Daniel Bellón: “Uno así puede cruzarse a Manuel Padorno, atisbando la línea del horizonte en Punta Brava , porque si bien el hombre nos dejó hace un tiempo, el poeta sigue acechando la luminosidad que los cuerpos reflejan del sol, cada vez que alguien abre su “Canción Atlántica”, y lee, despaciosamente, uno de sus poemas. O dejar que Francisco de Quevedo te cuente donde están las raíces de las insuperadas taras de un país llamado España. Cada vez que Melville nos habla con voz ronca, vemos dibujarse el lomo de la ballena blanca, de los deseos y los rencores que nos atropellan, próximos a la barra de Las Canteras.”