Me gustan las columnas de
Mario Roberto Morales; aquí aparecen con alguna frecuencia. En la última se queja de algo que está pasando en su país, Guatemala, pero que ocurre en todas partes. O por lo menos, yo no he vivido en ninguna donde no pase. Es la creación de estrellas culturales intocables. Lo hacen la prensa, la tele, los gobiernos, las camarillas, las oenegés: “De una baja autoestima provocada por una historia de cruentos aplastamientos, frustraciones y traiciones, las “buenas conciencias” quieren brincar (sin recorrer el duro camino de la autoconstrucción conciente) a una autoestima nacional elevada por la vía estúpida de crear santones locales intocables, más allá del bien y del mal, censurando así la crítica que, como decía Martí, no es sino “el libre ejercicio del criterio”. Esta forma de censura es también un subterfugio para evadir el debate intelectual responsable (ése que fundamenta lo que afirma con datos, razones, hechos, cifras y realidades) y para convertir la mentira flagrante en conveniente “verdad”.”
La dulce culturita de las buenas conciencias.