La campaña electoral —técnicamente, «precampaña», pesadilla habemus— es un esperpento. Unos se dedican a hacer promesas imposibles y los otros a prometer que van a hacer lo que prometieron que harían hace 8 años. Encima, los socialistas se empeñan en tener en su aparato directivo a impresentables aprendices de brujos que sueñan con ser ejecutivos publicitarios de Coca-Cola. Lo de ZP no tiene nombre: Blanco ha conseguido igualar a su candidato con todos los antihéroes del tebeo español, de Mortadelo a Zape.
Jorge Berlanga,
De ZP a PZ: “Pero, ¿qué se puede esperar de alguien convertido en logotipo, más que un alma descarnada y repija de diseño? Cuando un político hace lo mismo que el cantante que pone su nombre a un perfume o a unos calzoncillos, siendo, en este caso, la mercancía un proyecto de gobierno, nos damos cuenta de hasta qué punto la política le ha vendido la honra a los demonios del marketing.”