Jesús Gómez aborda los temas de la Credibilidad, crítica y libertad de expresión respecto de dos casos: el «affaire» Garzón-La Jornada y el Medem-AVT. No comparto la visión de Gómez —sí sus formas y gran parte de su crítica al mundo de la creación— en el segundo asunto, pero argumenta con inteligencia: “La mayoría estaremos de acuerdo en que presentar como amenaza a la libertad de expresión lo que no es sino manifestación del derecho a la crítica resulta excesivo y a veces peligroso. Guste o disguste la segunda, se comparta o no su contenido, Medem es un personaje público y debería ser consciente de que su trabajo (público) está sometido al juicio de los otros; a fin de cuentas, vive de él. [...] Ni siquiera cabe decir que cada profesión tiene sus propios riesgos, porque en este caso no hablamos de contingencias colaterales sino de una parte intrínseca al ejercicio de la opinión: la posibilidad de que nuestros puntos de vista generen reacciones contrarias, de que no siempre nos den una palmadita en la espalda y nos digan lo guapos que somos y el enorme talento que tenemos.”
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El problema, creo yo, es qué se considera libertad de expresión. Si mañana, a Jesús Gómez, por escribir su artículo, una asociación se le presenta en la puerta de su casa y cada vez que salga o entre lucen pancartas insultantes y reparten pegatinas entre los viandantes, y aparecen en la tele adcribiéndolo a tal o cuál banda de delincuentes y piden que no le dejen publicar sus artículos en ningún periódico, y el Gobierno anuncia que le retira las subvenciones (de tenerlas) a su periódico por haber escrito el artículo, entonces quizás no estaríamos todos hablando de libertad de expresión, sino de otra cosa.

No podemos olvidarnos de que estamos en una democracia. El término «libertad de expresión» no puede tener el mismo significado que bajo una dictadura; o no debe. Debemos exigir otras cosas distintas a la libertad de expresión de las que se exigen en Marruecos o en Cuba. La libertad de expresión en una democracia forma parte de la convivencia y no del enfrentamiento. Forma parte de la construcción y no de la destrucción sistemática de los derechos civiles. Libertad de expresión para dialogar, para oponerse, para buscar, para discutir, no para calumniar, para crispar, para ensuciar, para simplificar.