El Vaticano acaba de arremeter contra las farmacéuticas —las industrias, se entiende, no las mujeres farmacéuticas; viniendo de la Iglesia merece aclaración— acusándolas de la muerte de miles de enfermos de SIDA africanos por no abaratar los medicamentos en ese continente. Aunque es trágico, da la risa que vengan de Roma a decir eso, precisamente quienes hace bien poco condenaban el uso del preservativo como medida contra la enfermedad. En fin, sonados los mocos, invito a leer el artículo de
Arturo Buendía,
La absurda paradoja de nuestra época, donde relaciona este caso con las leyes de Propiedad intelectual y las patentes: “El alegato del padre es un indicativo de por qué la propiedad intelectual (en este caso las patentes) es uno de los temas fundamentales de nuestra época. Que trasciende con mucho la cuestión de la piratería audiovisual, y que tiene ramificaciones y aspectos sangrantes que no tienen que ver sólo con el balance económico de las compañías, sino con las más básica subsistencia de alguna personas. Porque es gracias a las patentes que las empresas farmacéuticas tienen el control durante veinte años sobre las medicinas que desarrollan.”