Rafael Marín se siente un
Apátrida, en este país que parece que deriva, sin horizonte de recuperación, hacia la más pura nada. En realidad, más que derivar, ha hechado el ancla. “No me identifico con el ocio de este país nuestro, ni con sus políticos, ni con sus famosos, ni con sus televisiones ni sus películas. [...] He tenido que buscarme el ocio fuera: en la red, en deuvedés que me cuestan una pasta, en programaciones de televisión que es, más que a la carta, a la tarjeta de crédito. Tengo entonces el problema de que me falta gente con quien comentar la jugada: si hablo de Josh Lymann o de Jim Sheridan no me entiende nadie en cien teléfonos a la redonda.”