Lo de la prohibición de los símbolos religiosos en Francia puede dar para unas cuántas situaciones harto jocosas —para quién no pueda llorar—. Han abierto la caja de Pandora y se las van a sudar tinta para volver a cerrarla. Recuerdo
un artículo que explicaba las enfermizas medidas que se exigían en el franquismo a los bañadores femeninos. También en Francia tendrán que publicar un ley que especifique en milímetros el espesor y el largo de las barbas y las patillas prohibidas. En
La pilosidad y los franceses,
Alber Vázquez pone humor y claridad al tema: “La cosa, no nos engañemos, va dirigida esencialmente contra los musulmanes (que en Francia son legión). Hombre, por eso de ser mínimamente equitativos, los crucifijos cristianos también serán prohibidos, pero sólo si son de dimensiones importantes. Es decir, que se puede llevar la tradicional cruz al cuello, pero no se puede arrastrar una en plan cofrade de la Semana Santa y dejarla en el aparcamiento de las motos antes de entrar a clase.”