Si nos vamos a tomar en serio la globalización hay un campo en el que debemos tener mucho cuidado: el del sentido de lo que decimos. El cine norteamericano, como gran fuerza cultural global, ya no puede existir pensando exclusivamente en su público local.
Alvin y Heidi Toffler escriben sobre las conotaciones que tienen algunas películas, en este caso
El último samurai: “Pasemos al contexto en que se reciben los mensajes del film. El resurgimiento de China obliga a Japón a revisar sus alianzas actuales, incluida su vieja relación con Estados Unidos. Este análisis de su posición estratégica va acompañado de una reinterpretación del Artículo 9 de su Constitución pacifista, que repudia la guerra como instrumento de política nacional. El primer ministro, Junichiro Koizumi, se debate en medio de una controversia sobre el envío de tropas a Irak como unidades no combatientes. Entretanto, una corriente nacionalista hostil a Estados Unidos, representada por Shintaro Ishihara, gobernador de la provincia de Tokio, atrae a una juventud cada vez más desconocedora de la Segunda Guerra Mundial y las consecuencias desastrosas que el nacionalismo y el militarismo acarrearon a Japón.”
El cine y los significados imprevistos.