Rodrigo Fresán se da un sarcástico paseo por los últimos avances tecnológicos para volver al de siempre, al más efectivo, a la picana.
Maquinando: “Hola. Mi nombre es Keitai y soy un nuevo intento para derrocar a ese artefacto acústico, laborioso, incómodo y de tracción a sangre llamado libro. Yo también cuento historias pero desde la pantalla cada vez más amplia de tu teléfono móvil, de esa droga a la que te volviste adicto sin darte cuenta y que todavía está permitida para hombres y mujeres y niños. Para cuando descubran mis efectos nocivos —toda esa electricidad invisible contaminando el aire que respiras, todas esas cada vez más posibilidades que te ofrezco y que te van reduciendo a la imbecibilidad zombie del que necesita estar todo el tiempo ubicable para sentirse alguien— ya será demasiado tarde porque ya nadie querrá leer la noticia impresa con papel y tinta y, por supuesto, yo no pienso difundirla.”